“Ya son muchos, ¿no crees?” me decía una amiga mientras le daba una fumada a su cigarro. “Muchos” le contesté pensando en nuestra conversación. Se hizo un silencio mientras ambas buscábamos explicaciones en las profundas aguas de nuestro propio entendimiento. “¿Qué nos esta pasando?” soltó ella. No supe que contestarle, porque genuinamente no tengo la menor idea de qué es lo que nos esta incitando a amotinar nuestras vidas sentimentales.
La platica giraba alrededor de la cantidad de conocidos que están terminando sus relaciones. Casados, comprometidos, con relaciones largas o simplemente los que después de algunas salidas deciden quemar las naves.
¿Es un tema de desechabilidad, muy característico de la época? ¿Será qué no nos queremos comprometer ni con nuestros seguros de vida? ¿Tiene que ver con aferrarnos a un sentimiento de libertad, esa sensación de poder huir en cualquier momento? ¿Es que la vida de soltero ofrece tantísimos beneficios? O cómo recientemente trajo un amigo a la mesa, ¿se deberá a que estar con más (otras) personas jamás fue tan fácil?
Permítanme elaborar sobre el tema. Él sugiere que con las redes sociales, tener encuentros casuales (sexuales o no) es sencillo y de fácil acceso. Lo que lleva a la gente a alimentar la posibilidad del escape de la tan común y trillada monotonía que puede envolver a las relaciones. Simplemente presenta otra opción, la cual sin importar que sea buena o mala idea, es un panorama distinto, cambia el aire. Ofrece una salida rápida al inconcebible lastre que percibimos de las relaciones, y eso señores, es el canto de la sirenas posmoderno. Por lo menos según él.
En otras palabras, el complicado trayecto a ésta Ítaca posmoderna, puede ser trazado más o menos así:
Nuestro héroe, cómo buen ser de sus tiempos, sobre estimulado, súper tecnológico, híper alimentado sensorialmente, se aburre de su gentil Penélope. Y la posibilidad de buscar otra aventura, resulta más apetitosa y accesible, al tenerla al alcance de su mano (porqué Ulises ve Instagram, Facebook, Tinder, Bumble, LinkedIn y hasta Mercado Libre, como potenciales vehículos para “conocer gente nueva.”) Por ende, buscar alguien más, resulta más sencillo que sacarse la piedra de la sandalia de gladiador de piel vegana que maneja. Además de que se percata que existe un glorioso paraíso allá afuera, que lo seduce constantemente, lleno de amazonas, viajes, días de altamar, batallas, festines, playas vírgenes, paquetes all inclusive a meses sin intereses y demás tentaciones inimaginables. Paraíso, al cual puede renunciar, EN CUALQUIER MOMENTO, para buscarse otra Penélope, muy cómo Penélope, pero diferente a Penélope, ¿saben cómo?
Yo, honestamente no culpo por completo a la tecnología, aunque si reconozco en su fácil acceso a otras personas, cómo un factor importante. Pero aclaro, no tanto por la oferta de millones de personas puestas cómo en catalogo de Liverpool, pero sí por la facilidad de contactarlas. Yo creo, y de nuevo, esto viene desde la oficina postal de mi propia trinchera, que hay un conjunto de islas, a manera de factores en cuestión, los cuales sumados, forman el Archipiélago Perfecto Para Fácilmente Mandar Todo A La Mierda. Súbanse al crucero, les voy a dar un tour escénico. Pero ojo mis queridos tripulantes, estén advertidos, mi tarea no es juzgar los sitios a donde los llevaré, simplemente mostrarles el panorama.
Primera parada, la Isla de la Apatía. Este lugar se caracteriza por la hueva colectiva por arreglar las cosas o hacer un esfuerzo. Preferimos cambiar lo roto, a solucionar el problema. Por que nos aburrimos, nos fastidiamos y desistimos. We don’t fix, we buy brand new.
Segunda visita, el Iceberg de la Cero Tolerancia. Abundan los deal breakers, esos bloques de hielo inamovibles, que le dan poca flexibilidad y maniobra a la ruta. Entonces, todo atenta en convertirse en punto de quiebre: que si huele a sopa, que si cree en los signos zodiacales, que si compra Avon, que si va a votar por el Peje, que si tiene los dientes muy chicos, las encías muy grandes, las manos muy gordas, los brazos muy flacos, la mecha muy corta, la risa muy fuerte.
Tercer destino, la Playa de las Divinas Tentaciones. Paraíso tropical en dónde todo suena mejor a lo que ya tengo. Ya sea la posibilidad de compartir una piña colada con alguien más o simplemente de disfrutar el pintoresco atardecer sólo, desde la comodidad de una hamaca. Donde la ilusión o idealización de lo que no es, suena mejor a la situación actual.
Seguimos con, la Jungla del No Compromiso, No Responsabilidades. La humedad de este lugar baja para enchinarnos el pelo y hacernos sudar todo tipo de deber. No cuido, no reporto, no procuro, no mantengo, no busco, no estoy.
Continuamos y llegamos a los Pantanos de la Desaparición. Tengan mucho cuidado con dónde pisan queridos amigos, las tierras son traicioneras y fácilmente, con un mal paso, pueden ser tragados por el terreno y no salir nunca más. Ya son varios los valientes conocidos que han sido borrados del mapa aquí, de los cuales no volvimos a saber nunca mas. Simplemente desaparecieron. Unas verdaderas tragedias, caray.
Finalmente, el Triangulo de las Bermudas. Una zona misteriosa, confusa y poco estudiada, donde la relación monógama one size fits all, no le acomoda a todo mundo. Donde la gente quiere estar junta, pero con ciertos lineamientos, que varían de expedición en expedición. Es una zona peligrosa y difícil de trazar, pero hay varios exploradores bienaventurados, que han regresado victoriosos.
Entonces, creo, que el conjunto de experiencias y sabiduría recolectadas por nuestro viaje mental a de través estos lugares, le ofrecen a la mente y al corazón las razones suficiente para rendirnos ante cual sea nuestra batalla de pareja. Muchas veces, sin haber hecho ningún tipo de luchita. Se levantan los brazos, se cae en rodillas, se levantan las banderas blancas y nos damos por vencidos. Otras veces, simplemente era hora de entender que la situación se había agotado.
En calidad de divorciada, no puedo abogar en contra de salirse de donde uno no esta contento. Pero como conclusión si voy a defender el tramite básico para dar por terminada la relación (de cualquier índole) y esto señores, es donde yace la diferencia entre los grandes marineros y los cobardes traidores que mueren condenados en altamar. De acuerdo con la cultura popular, específicamente de acuerdo con la película Piratas del Caribe (si la voy a citar, ¿y qué?) había un acuerdo entre piratas, dentro del cual se establecía la siguiente clausula: El Derecho de Negociación o Dialogo. Lo que ésta delimita, en palabras muy sencillas, es que sin importar la situación, la riña o el desajuste, quienquiera que se viera afectado, tenía derecho a dialogar con el capitán del barco. Mínimo, para enterarlo del tropiezo.
¿A qué voy con esto? Muy fácil. Háganle saber a la contraparte sobre su plan de escape. ¿Se van a largar? ¿Ya se aburrieron? ¿Quieren cambiar de recorrido? ¿Disfrutar su soledad? Perfecto, pero notifiquen. Y no lo digo que para que los convenzan de quedarse, es para dar por terminado el contrato like a man (aunque sean mujeres chavas). Aprendan a tener las conversaciones que no quieren tener, pero que son necesarias. Por respeto y educación básica. Punto.
El Código Pirata se estableció para defender el honor, de una bola de barbajanes, ok, pero los cuales cuidaban su maldita dignidad. And so should we. Si una bola de saqueadores, alcoholizados, arrabaleros, salvajes, barbáricos, respetaban el valor del honor, nosotros también podemos. Tenemos muy olvidada nuestra integridad en las relaciones humanas hoy en día y seguirla relegando, únicamente nos llevara a comportamientos cada vez más inhumanos y poco empáticos. Y creo, de nuevo, en mi humilde opinión, que esto es lo último que necesitamos como especie a estas alturas del viaje.