Cómo ser mujer millennial y no morir en el intento. Desde aquí, dónde todo se ve tan lejos.

Aquí haciéndome la cool, ¿y tú?

“Relájate. Estás haciendo mucho pedo.”

Señores, les presento las palabras precisas, exactas y contundentes para desatar al Kraken interno de toda mujer.  La furia divina en su mayor esplendor se pasea como edecán en vestido de lentejuelas, después de que cualquier hombre mastica la frase anterior. Por eso de Halloween y Stranger Things… sean testigos del verdadero Demogorgon.

Entiendo, el drama innecesario es un poderoso repelente, pero creo que ahora hemos pasado de hacerle el fuchi, a manifestar una aberrante intolerancia a todo lo que se le asemeje. De pronto, me percaté que la característica más codiciada en una mujer, hoy por hoy, es que sea total y absolutamente chill. Guapa, fit, inteligente, divertida, ingeniosa, con clase, agradable, educada, empática, luchona, aguerrida, bondadosa, gentil, administrada, hacendosa, que cocine, planche, invierta en la bolsa, pero sobre todo, que sea total y absolutamente cool ante cualquier tipo de problema que le aviente la vida. No ‘pus wow'. ¡Mira nada más que bonito poema posmoderno! ¿Te lo escribo en verso?

“Quiero una mujer que no sea complicada, que no arme pedos, que no se queje, pura buena onda” –me dice un amigo soltero mientras le da un sorbo a su cerveza. Lo miro, y aunque es un tipazo, me percato de la intransigencia en su solicitud. “Muy bien, que padre… ¿Y tú, qué ofreces a cambio?” -le cuestiono- “Porque para pedir cero pedos, debes dar cero pedos.” Silencio, otro sorbo. Repito, es una gran persona, pero ninguna perita en dulce. Y ese es el tema: nadie lo es. Seamos honestos, ¿quién carajos tiene cara para pedir tremenda carta a Santa Claus? ¡Ahora resulta!

Pero creo que el verdadero fondo del problema, tiene otro origen. Acérquense a la fogata, les voy a contar una historia.

Nunca he sido porrista de las mujeres high maintenance, no comparto el estilo de vida. No comulgo con una mujer que espera que sus necesidades económicas, emocionales, físicas y sentimentales se las resuelva alguien más. Pero ojo, y aquí está el meollo del asunto, lo opuesto de ser la niña consentida que espera que sus caprichos pasen de ser satisfechos por su papi, a que se los cumpla su marido, no es mi amiga la cool. No es la que no la hace de pedo, no es la vieja chill, la sin problema. Y justamente este, damas y caballeros, es el error colectivo. Ahí es donde creo que yace la fobia actual de los hombres ante la teatral villana, Bernarda Alba, reina del drama y por ende, el deseo mal canalizado por la andochida. En creer que el sano opuesto a la difícil princesa, es la vale madre y por eso, desearla con ferviente locura. “Ohhhhh, ahhhhh, ¿entonces?” Que bueno que se hacen esta pregunta, continuemos.

Les presento mi teoría al respecto: lo contrario a esta Barbie Malibu empedernida, no es la mujer sin complicaciones con la que sueña mi amigo. Del otro lado del espectro, haciendo contrapeso a esa mujer adorno, esta la mujer independiente, autosuficiente, con la inteligencia emocional para hacerse escuchar ante y cuando algo le parece injusto. No hace berrinches, porque no necesita hacerlos, es clara con sus sentimientos y sabe comunicarlos. No es la que se queda callada por evitar el juicioso calvario o el pesado rechazo que teme si, como dicen los chavorrucos, “la hace de tos.” Es la que establece su desagrado, sin quemar Troya. Es la mujer que no necesita aventar la vajilla de florecitas pintadas a mano de la abuela contra la pared para expresar su enojo, ni es la que se pone toda #yolo en “no fucks given.” Es la que gives a fuck y sabe plantearlo, argumentarlo y solucionarlo.

Cómo hombres, están equivocados en querer esquivar a este tipo de mujeres y en hacer changuitos para que aparezca la chava chill. Las mujeres que saben tomar cartas en el asunto, las que levantan la voz y conocen el valor de las cosas, son las mejores compañeras. Son aguerridas, pero justas. Son firmes, pero saben aceptar sus errores. Son sensibles, pero claras. Son retos encarnados, pero ayudan a aligerar otras cargas. Tienen problemas propios, pero son unas maestras en resolverlos. Son determinadas, pero saben pedir consejos. No buscan que las arreglen, ellas saben hacerlo solas. ¿Ya les dio miedo verdad? Bueno, pero eso es harina de otro costal…

Y estamos muy equivocadas, como mujeres, si creemos que el silencio nos hace deseables, sexys, codiciadas. Les puedo decir por experiencia, que hacerse la chida no garantiza ni la perfecta estabilidad en la relación, ni amor eterno, ni la serenidad zen, ni es el antídoto efectivo contra el rechazo. Lo que sí te da es un hueco en el estomago, una maldita ansiedad de ladrón amateur y la sensación de que te están viendo la cara de pendeja.

Dejemos de fingir, dejemos de aspirar a hacernos la aquítodobien y más bien aprendamos a expresarnos; dignamente, de frente, con las palabras justas y los tonos correctos. Aprendamos la diferencia entre hacerla de pedo y pedir respeto. Busquemos aterrizar en la mujer asertiva y no en la vieja panchera. Entendamos lo que queremos y cómo pedirlo. Seamos determinantes con lo que permitimos y aprendamos a elegantemente deshacernos de lo que no suma. Pidamos lo que merecemos, establezcamos nuestros espacios y partiendo de ahí, maniobremos con las negociaciones. Pero no se queden calladas, no le den la vuelta a establecer lo que piensan, no se hagan las cool cuando genuinamente, no lo sienten.

Salud 2016, te puedes ir en paz, nuestra fiesta ha terminado.

El fin del matrimonio