Cómo ser mujer millennial y no morir en el intento. Desde aquí, dónde todo se ve tan lejos.

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Vivo en un eterno guión de Almodóvar que aún no ha decidido si quiere ser una sofisticada tragedia contemporánea, con retórica fina y un existencialismo profundo o la más ingeniosa e irónica comedia de situación. De esas que sacan unas estrepitosas risas al público, pero no al personaje.

Me muevo entre los títulos de sus películas: Cómo ser mujer y no morir en el intento, Todo sobre mi madre, Los amantes pasajeros, La piel que habito, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Carne trémula, Hable con ella, La mala educación, Mujeres al borde de un ataque de nervios, y por no dejar, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio cómo este? (cosa que me pregunto cada mañana mientras busco en el fondo de mi alma la energía o de plano el humor para salir de debajo de las cobijas)

Mi vida no sabe si quiere contar una historia del arraigado dolor humano, sobre las vertiginosas relaciones familiares, las condiciones emocionales del solitario millennial, de las cicatrices del alma femenina o de plano matizar la situación y narrar las imposibles ironías surreales que te pueden pasar en un lugar cómo la Ciudad de México, moviéndote en la zona Roma Condesa. Aquí donde, queramos o no, aplica la ilustrativa frase: “pueblo chico, infierno grande.”

Woody Allen decía que la comedia, era la tragedia + tiempo. Pues bajo esta premisa, si me necesitan, estaré en la sala de espera, tomándome un té matcha con mitad leche de almendra, mitad agua, y un sobre de stevia (soy hipster, acuérdense), con el libro que mi fatiga crónica emocional no me ha dejado terminar, recorriendo orgullosamente la espectacular playlist de Spotify que les manejo, esperando que todo esto me empiece a sacar las carcajadas correspondientes.  

¿Estamos todos así? ¿Tambaleándonos precariamente entre tomar lexotan o meternos a ashtanga-soul-mountain-climbing-pet friendly? Perdonen la ignorancia pero la verdad, no se como se llame la nueva clase de ejercicio in de nuestra comunidad. He estado muy ocupada tratando de evitar desenfrenadamente mandar todo a la mierda. Para que me entiendan, no tengo ni Pokemon Go.

Mantener este delicado equilibrio emocional me esta costando más trabajo que complacer a los de la CNTE.

En una búsqueda de consejos, o por lo menos tantito consuelo entre mis más allegados, me doy cuenta que las maniobras de cada quien por salir de aguas tormentosas, son muchas veces más complicadas que los problemas mismos.  “Alinea tus chakras”, “Vete a un retiro de silencio”, “Te voy a pasar el teléfono de mi hipnotista”, ”¿Has intentado la ayahuasca?”

¿Es en serio? ¿Ahí estamos como especie racional dominante? Bien diría uno de los filósofos contemporáneos más atinados, Bill Watterson, creador de la tira cómica Calvin y Hobbes: “A veces creo que la señal más contundente de que existe vida inteligente en otro lado del universo es que no han hecho contacto con nosotros.” Más que nunca me preocupa la posibilidad de un Apocalipsis zombie, no van a encontrar sesos para devorar. Que desgracia. Con las ganas que le traigo a dicho evento.

No puedo evitar acordarme de Louis CK y la frase con la que nos condena: everything is amazing but nobody’s happy. ¿Y si? ¿Todo está increíble pero insistimos en que el universo este en constante deuda con nosotros?  ¿Será que las cosas que nos suceden, son el resultado cósmico de la porquería de sociedad que hemos levantado? ¿Un tipo de karma colectivo?

Regresando a la tragicomedia posmoderna en la que se ha convertido mi vida, después de las lágrimas incontrolables en restaurantes oscuros, las catarsis en pasillos de hospital, la ansiedad de manita sudada que derrite mis posturas de yoga, las desilusiones que me acompañan cuando voy sola al cine, las risas nerviosas de elevador; he decidido que la solución, finalmente, la tiene Pedro Almodóvar. Ese director de cine Español, quien en su película Los abrazos rotos, me suelta la siguiente frase: “Ya me ha pasado todo lo que me debería de pasar, ahora solo me queda disfrutar de la vida.”

 

Las matemáticas de la soltería

Dejemos de justificar a los idiotas.